El mundo está bajo ataque de nuevo… esta vez, la amenaza surge del océano: desde un portal en medio del Pacífico, enormes monstruos conocidos como Kaiju salen a la Tierra aparentemente con la única misión de destruirnos. Y aunque al principio la humanidad podía defenderse con métodos tradicionales de guerra, la creciente y frecuente aparición de estas criaturas hace necesaria la creación de un arma mucho más poderosa que se le pueda poner al tú por tú a los primos de Godzilla.
Es así como nace el Programa Jaeger, que esencialmente consiste en la construcción de robots de 25 pisos de altura que puedan librar la batalla piloteados por 2 ó más individuos que sean extremadamente compatibles entre ellos. Esto es esencialmente lo que se nos presenta en un prólogo que pondrá en vergüenza a muchos contadores de historias. En escasos 15 minutos, el director Guillermo Del Toro logra no sólo situarnos temporal y espacialmente, sino que nos explica a detalle la amenaza, el funcionamiento del programa diseñado para combatirlo, su tecnología y nos presenta a su protagonista con una escena de acción de proporciones épicas y colosales.
Mucho se ha dicho sobre esta creación, particularmente sus similitudes con entregas previas del género. Sin embargo, aunque Titanes del Pacífico pueda ser parecida a trabajos anteriores en muchos elementos, la realidad es que se logró lo propuesto: ser una adición más, no sólo rindiendo homenaje, sino planteando ideas y elementos nuevos y originales al cine de Kaiju, robots y serie B.
La mitología detrás del universo Jaeger está tan bien detallada y construida, que aún con todo su elemento fantástico se vuelve verosímil y creíble, impregnando a la historia de emoción y haciéndola mucho más relacionable. Su mayor acierto es el manejo de robots por 2 pilotos, ya que no sólo le agrega un elemento bastante original –el enlace (o drift), que es la conexión absoluta de dos mentes para representar los hemisferios del robot–, sino que también logra que la audiencia se sienta más inmersa en la aventura.
El diseño de producción, como era de esperarse, no sólo es visualmente impactante, sino que ayuda a contar la historia. Mientras que la elaboración del futuro un tanto postapocalíptico da un aire de una guerra que aún se está peleando, los escenarios citadinos nocturnos le dan un aire fantástico muy colorido que sólo Del Toro podría haber creado con tanto detalle. Las escenas de acción, por su parte, se nutren de una iluminación nocturna y se cubren con mucho agua debido al origen de los enemigos. Esto, aunque entendible, resulta un poco decepcionante, cuando vemos un par de escenas en plena luz del día que son genuinamente impresionantes.
El arte de los Kaiju tiene mucho trabajo detrás, haciéndolos impredecibles y perfectamente distinguibles entre sí. Algunos con características marinas, otros incluso de simio, todos tienen un elemento diferente que hace cada batalla novedosa y sorpresiva. Acerca del 3D, aunque el realizador inicialmente había decidido no hacerla en este formato, la realidad es que su conversión es de las más afortunadas. A diferencia de El Hombre de Acero, por ejemplo, donde es claro que no se pensó así y donde la profunidad es apenas perceptible, en el caso de Titanes del Pacífico es bastante favorecedor y cumplidor.
Entre sus únicos problemas encontramos un protagonista en Charlie Hunnam que en ocasiones resulta un poco acartonado y que además no logra ocultar exitosamente su acento inglés. Sin embargo, estos momentos son la excepción, no la regla, ya que en su mayoría, el también protagonista de Sons of Anarchy logra transmitir emoción y profundidad a su papel. Rinko Kikuchi, por su parte, prueba que Babel no fue su one hit wonder y que tiene potencial para mucho más que un drama de Oscar. Su rol de Mako Mori, una brillante aspirante a piloto de Jaeger, está lleno de matices, realismo y la actriz le imprime emociones y conflictos genuinos. El flashback a su juventud es posiblemente el momento más sobresaliente de la historia, combinando una narrativa interesante y envolvente, con un uso astuto de los escenarios y movimientos de cámara para darnos a entender a la perfección, no sólo al personaje, sino a la situación que vive la humanidad y su relación con los otros dos principales de la cinta: Idris Elba y Charlie Hunnam.
El elemento cómico es posiblemente el área más gris de la cinta, y no porque sea olvidable, sino porque habrá quienes la amen y quienes la odien. Aquellos iniciados en la cultura del manga y el anime encontrarán a los personajes de Charlie Day y Burn Gorman (científicos de cabecera de la Iniciativa Jaeger) perfectamente adecuados, ya que es como si hubieran salido de una caricatura japonesa. Sus ademanes exagerados, sus personalidades excéntricas e incluso su look son fieles al género y arrancarán carcajadas a algunos. Sin embargo, para otros podrá parecer el elemento más exagerado y posiblemente lo único débil de un filme muy bien construido por sus partes individuales. De la misma forma, Ron Perlman, en su interpretación de Hannibal Chau (un comerciante con aires de narco que se dedica al tráfico de órganos Kaiju) resonará en aquellos que conozcan el cine de Del Toro y apreciarán la interpretación del otrora Hellboy, mientras que otros lo encuentren un poco excesivo.
Al final del día, aunque para disfrutarla al 100% es necesario ser compatibles en el enlace con Guillermo del Toro y su propuesta de género Kaiju, alguien no iniciado puede valorar el tremendo logro de producción, la diversión de sus escenas de acción y disfrutar del espectáculo visual digno de Oscar, al punto de pasarla sensacional en la butaca de cine
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