Matt Reeves tenía la dificilísima tarea de realizar un remake de una cinta maravillosa. El año pasado veía la luz “Let the Right One In”, una película sueca dirigida por Tomas Alfredson que servía para mostrarnos un nuevo punto de vista sobre el cine de vampiros, tan novedoso que nadie había imaginado antes. Posteriormente, cuando conocimos la noticia de que Hollywood pretendía hacer un remake, saltaron todas las alarmas.
Evidentemente no tenía por qué ser una película mala, pero concemos casos de remakes de muy buenas películas, como “Vanilla Sky” o “Quarantine” que no le llegan ni a la suela de los zapatos a la original. Sin embargo, siempre hay excepciones, y “Let Me In” pasará a la historia por ser de las mejores de todas ellas.
Cualquiera podría pensar que con un material tan bueno, con una historia tan bien conseguido y con unos personajes tan bien definidos como los de la película de Alfredson, el hacer una revisión no puede ser muy complicado: basta con tomar los mismos elementos y cambiarlos a un nuevo tipo de cinematografía. Esta fidelidad también puede volverse en contra del autor, como le ocurrió a Zack Snyder en “Watchmen”, que fue tan fiel a la novela gráfica que no aportó nada más —es lo único que se le puede achacar a su adaptación—. Sin embargo, en “Let Me In”, Matt Reeves sí que aporta su granito de arena a una película ya de por sí gigantesca y ambiciosa, y sale airoso de su logro.
En general no encontramos demasiados cambios con respecto a la original, la trama se desarrolla prácticamente igual, los escenarios son muy similares e incluso los actores tienen cierto parecido físico sobre todo Kodi Smit-McPhee, que sólo le falta ser rubio. Pero todo lo que Alfredson insinuaba en su película, sin llegar a mostrarlo con primeros planos, como los ataques de la vampiro o la relación de los niños, Reeves no tiene ningún tipo de reparos en usarlo como protagonistas de sus planos. Con ello consigue una nueva dimensión de terror que no tenía la cinta original, siendo “Let Me In” directamente más terrorífica y explícita en algunos puntos.
Si estas escenas sólo se buscaran por el mero hecho del morbo, de que el espectador tuviera que agarrarse a ellas porque no hay nada más destacable en el relato, se hubieran quedado en nada. Sin embargo Reeves demuestra que es un perfecto conocedor del material con el que está trabajando y lo admira, hasta el punto de que conoce la esencia de lo que hizo grande a la película de Alfredson y lo mantiene en su obra. Pero además, y lo mejor de todo, es que lo reinterpreta de tal forma que construye una narración mucho más rica, llena de detalles y con momentos memorables.
La primera parte de la película transcurre a velocidad de vértigo: no hay un momento para el descanso, el guión es tan denso y la historia tan elaborada y repleta de matices que apenas tiene tiempo para contar todo lo que debe. Por ello el espectador se ve obligatoriamente inmerso en el juego de la película, en el relato y en el interés que le despiertan los dos personajes protagonistas. Además las interpretaciones de Chloe Moretz y Kodi Smit-McPhee, especialmente la de este último, ayudan mucho más a que no nos distraigamos con nada que no sea lo que vemos en pantalla.
Si Reeves destaca por los momentos en los que reinterpreta la película original, que es prácticamente todo el metraje, falla en los que utiliza tal cual vimos en la película de Alfredson. La escena final de la película, que tiene lugar en la piscina del colegio, a mi parecer es lo mejor que tiene la obra original. Reeves debió pensar lo mismo y, en vez de realizarla desde su punto de vista, se limita a tomar lo que hizo Alfredson pero con el estilo típico de las películas de terror norteamericanas, por lo que pierde completamente su capacidad de impresionar al espectador, si es que eso era lo que pretendía.
Sin embargo también hay otras escenas de este tipo que consiguen impactar más al espectador, como la que tiene lugar en el hospital cuando una paciente literalmente estalla en llamas cuando le da la luz solar. En la original impresionaba el plano fijo central que mantuvo durante varios segundos Alfredson pero Reeves, en vez de esto, agrega un nuevo personaje a la situación para que no sea sólo el paciente el que fallece abrasado por el fuego.
Definitivamente, “Let Me In” es de los pocos remakes que podemos encontrar actualmente en Hollywood que tratan como se merece a la película original, que sabe extraer sus puntos fuertes y reinterpretarlos para conseguir una obra más que interesante. ¿Llega a superar al original? Sinceramente no sabría que responder, pero sí que puedo afirmar que al que le gustara la película de Alfredson no le defraudará la de Reeves.
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