En la ceremonia de los Oscars de 1997 se dio una de las tres ocasiones en que una película gana 11 estatuillas doradas a la vez. La ganadora, todos lo recordamos, fue “Titanic” de James Cameron y la gran mayoría de opiniones la daban como la vencedora por KO de la gala. No quiero menospreciar todos los premios, puesto que algunos de ellos eran el de Mejor Película y Mejor Director, sin embargo hubo otra película que cuanto menos la hizo sombra: la genial “As Good as It Gets”. Ésta sólo fue galardonada con dos estatuillas, pero qué dos: Mejor Actor Jack Nicholson y Mejor Actriz Helen Hunt.
No quiero entrar en el tema de que una película es mejor que la otra porque no viene al caso, pero sí en cómo una película con dos estatuillas estuvo a la altura de otra que se llevó 11. Con ello quedó demostrado que lo que importa no es la cantidad, sino la calidad, y personalmente creo que es mejor contar con un buen par de actores protagonistas que con un espectacular apartado técnico que apabulle al espectador.
En “Fair Game” ocurre algo muy similar. El dúo protagonista es, sin duda, lo mejor de la película. Naomi Watts, que personalmente no me parece una actriz con muchos recursos, está a la altura y mantiene durante todo momento un nivel interpretativo muy alto. Y no es fácil, porque al lado tiene a Sean Penn —con el que ya trabajó en “21 Grams“—. Qué decir de él que no sepamos ya. Se le hace tan fácil interpretar cualquier tipo de papel que parece que el personaje esté vivo y no siendo representado por un actor. Le da igual en qué situaciones le veamos: desde “I Am Sam” hasta “Milk” abarca una enorme variedad de registros a los que se amolda perfectamente.
Es un consuelo que Doug Liman cuente con estos dos actores para llevar todo el peso de la historia, la cual no es que brille precisamente por su originalidad. Da la sensación de que la trama no es nada nuevo y que la hemos visto millones de veces, contada de distintas maneras pero esencialmente lo mismo. Esto no quiere decir que la película sea aburrida o previsible, simplemente no alcanza el grado de elaboración por sí misma y necesita de elementos externos como los actores para sustentarse.
Liman hace un trabajo correcto, al menos para lo que pide la película. Parece que la comenzara a rodar tras terminar de trabajar en “The Bourne Identity”, puesto que el trabajo de cámara y la puesta en escena es sospechosamente similar. No sé si el director no ha evolucionado en su estilo durante estos años, pero sí que podemos achacarle estos paralelismos a las semejanzas que tienen las dos historias entre sí.
La intención de Liman de narrar una historia demasiado enfocada en los chanchullos de la Casa Blanca, en algunos momentos se le vuelve en contra. Lo que queda claro al inicio de la película es el ritmo frenético que va a existir durante todo el metraje, pero esta exagerada velocidad provoca cierto desconcierto en el espectador durante los momentos iniciales, puesto que parece que el director nos toma a todos como expertos en Seguridad Nacional y en lenguaje en clave, lo que evidentemente no somos. Además, al saltarse una pequeña introducción donde plantear cuál va a ser el terreno por el que nos vamos a mover durante la película, provoca que nos sintamos un poco desorientados por momentos.
“Fair Game” no aporta nada nuevo a este tipo de películas sobre espionaje y los líos internos del gobierno norteamericano. Sólo nos deja una moraleja que apesta a patriotismo que intenta extrapolarse a otros países sin conseguirlo. Sin embargo, el sabor agridulce del final se ve favorecido por las dos grandes actuaciones del dúo protagonista, especialmente la de Penn, que da un pasito más en el camino hacia su tercer Oscar.
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